27.3.08

15/1/2004

Dignidad
Durante la década de los noventas, Menem y su canciller Guido Di Tella (no confundir con el hermano Torcuato) plantearon una posición novedosa en las relaciones internacionales del país: una orientación pro occidental, capitalista de mercado y, sobre todo, ubicada en el espectro de los países del primer mundo, abandonando la estúpida posición tercermundista que nos había llevado al atraso durante tantos años.
Pero lo más importante es que en esos años Menem nunca se sintió indigno, ni nos hizo sentir de esa manera a nosotros. De esa manera nos hizo sentir a los argentinos de igual a igual con cualquier habitante de países desarrollados del mundo, así como él mismo se relacionaba de igual a igual con los presidentes de esos países.
Ahora volvimos a una presidencia que quiere relacionarse con los EEUU pero no tanto. Una relación histérica de amor-odio. Queremos que nos ayuden pero no queremos los valores que hicieron que ellos no necesitasen ayuda de otros países. Queremos que inviertan en nuestro país, pero no queremos darles las condiciones que los hicieron invertir en el suyo. Queremos los beneficios pero no el esfuerzo. Hemos vuelto a sentirnos menos. Ya no estamos en igualdad, aunque más no fuese a nivel mental, con los americanos. Cualquier cosa que ellos digan nos ofende e inmediatamente salta el resentimiento. ¡Somos un país digno! Esa envidia, ese odio al éxito que también pulula hacia los exitosos locales, tal vez porque es larga la lista de fortunas vernáculas generadas por privilegios y compra de favores. Pero es necesario que las ovejas negras no desprestigien a los verdaderos empresarios exitosos y que se aplique un justo sistema de premios y castigos.

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