11.7.08

19/7/2004


Anoche en el programa de Dillenberger, el presidente del consejo de profesionales de las relaciones públicas dijo que la mayor demanda de profesionales de RRPP corresponde a las empresas que cierran o trasladan sus operaciones a Brasil y otros países.

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Tenemos una dirigencia trucha. Que, como no podría ser de otra manera, ejerce un liderazgo de cuarta.
Parafraseando a Mariano Grondona en su columna de ayer, estamos rodeados de dirigentes demagogos que se hacen pasar por estadistas, prometen construir utopías y terminan generando calamidades.
Estamos acostumbrados a pasar de la ilusión al desencanto. Del éxtasis a la frustración.
Eso genera bronca.
Cuando Cavallo les acorraló sus ahorros, los ahorristas salieron a cacerolear -no a romper- para expresar su descontento, logrando la renuncia de Cavallo y luego de De la Rua. Pero cuando los embromaron por segunda vez con la pesificación asimétrica, esas personas, naturalmente pacíficas y respetuosas de la ley, empezaron a ser más violentas y, al no encontrar ninguna fuerza policial que los disuadiera, provocaron destrozos en los frentes de los bancos hasta el límite de lograr que todas las sucursales pasaran a tapialar sus frentes.
Muchos de los participantes de la batalla por la legislatura pertenecen al segundo grupo, el de los desencantados y frustrados.
Esta gente tiene bronca.
Pero hay otro grupo de gente que no quiere que funcione el sistema, y que aprovecha la pasividad del gobierno para actuar como artero catalizador, como disparador de la violencia potencial de los que sólo tienen bronca, desapareciendo una vez producida la escalada.
Una vez desatada esa fuerza, ¿quién la va a detener? ¿La policía que se repliega ante un grupito de travestis?
No me gustaría ver pagar a justos por pecadores.

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